EL PINO DE LA VIRGEN, EL ÁRBOL DE LA VIRGEN, EL PINO SANTO
Por Francisco Ortega Gil
Con estos tres títulos fue la denominación con que el pueblo sencillo y piadoso llamó a aquel árbol de cuarenta brazas de altura y cinco de circunferencia en su tronco; no había otro igual en sus alrededores. “Pinus Canariensis” en que aquellos españoles al arribar a esta isla elegida por Ella desde el cielo, colocaron esta imagen de María con su niño en el frondoso Valle de Aterura, a la que se llamaría Santa María del pino; árbol que estuvo de pie hasta aquel Lunes de Pascua de Resurrección, el 3 de abril de 1684 en que, debido a un vendaval, se cayó; se durmió sin causar daño a nadie, ni siquiera a la iglesia de una sola nave, muy parecida a la iglesia de San Lorenzo hoy.
Los feligreses lloraron la caída del árbol donde vieron a la celestial señora por primera vez; en que fue bajada a los brazos del obispo Don Juan de Frías, después de ver aquel resplandor maravilloso en la altura del Sacrosanto Pino. Los años del árbol que hacía de campanario y el vendaval le hicieron caer con pausada suavidad y mansedumbre.
De este Santo pino de la Virgen sólo queda una Cruz. Esta Cruz estuvo primeramente en la Plaza del Pino, sobre un sencillo pilar.
Durante las obras de la iglesia del Sagrado corazón de Jesús de Arbejales, la Cruz fue llevada para presidir las obras desde 1913 al 28 de julio de 1924 y después de varias vicisitudes fue trasladada a la Basílica. Hoy se encuentra en el Camerín en una urna de cristal.
Al pasar a la Basílica la Cruz de madera, en su lugar, y sobre el pilar, se puso una Cruz Verde de metal, con un arco con varios bombillos de colores. Años más tarde sólo tenía un farolillo con un jardín tras una verja. Con motivo de la transformación de la plaza del Pino se trasladó al lugar, sin jardín ni iluminación. Este pilar se enrama todos los años para las Fiestas de la Cruz, en el mes de mayo.
El 9 de septiembre de 1991 al tropezar un camión con un cable del alumbrado tiró la Cruz sin causar daño al monolito.
Desde mi niñez conocí en la plaza de Teror siete pinos, el mayor y más robusto, decían los antiguos, era hijo de aquel donde apareció la Virgen; estaba donde está hoy la plaza Teresa Bolívar y cayó también por otro vendaval, en los años sesenta; los otros cuatro se arrancaron con la transformación de la plaza. Hoy sólo quedan dos pinos”.