Pregón 2010

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Sr. Alcalde del Ilustre Ayuntamiento de Teror,
Sr. Presidente del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria,
Sr. Párroco de la Basílica de Nª Sª del Pino,
Autoridades civiles y eclesiásticas,
Señoras y señores, amigos todos,

Constituye para mí un gran honor, pero sobre todo, una gran responsabilidad, pronunciar este pregón en este año 2010, marcado por tantos acontecimientos acaecidos a ritmo vertiginoso, la seña de identidad de estos tiempos que vivimos. Detengamos por favor nuestros relojes unos minutos, disfrutemos de la tranquilidad de esta noche y del, nunca mejor dicho, marco incomparable que nos acoge, y permítanme que durante unos minutos, me dirija a ustedes reflexionando en voz alta sobre el significado de una celebración tan entrañable para todos como es esta Fiesta del Pino.

Si le preguntamos a cualquier terorense o a cualquier canario que, año tras año, acude a estas tradicionales Fiestas del Pino qué significado tienen para él, tengan por seguro que encontraríamos tantas respuestas como personas preguntásemos. Es evidente que cada uno de nosotros tiene una razón para acudir al Pino, y entre esas razones, podemos encontrar desde las religiosas, más o menos profundas, según la fe de cada uno; o las de aquellos que asisten a una de las fiestas más importantes de Canarias para disfrutar de la alegría contagiosa de los terorenses y sus visitantes; o simplemente las de aquellos que lo hacen por una mezcla extraña de sentimientos, donde no falta el espíritu religioso del que viene a Teror para ver, un año más, a su madre la Virgen del Pino, pero que, una vez cumple con el ritual, sale a las calles de Teror para encontrarse con los amigos de toda la vida y bailar, cantar y, por supuesto, reponer fuerzas con algo de comer y no poco de beber.

Y si me apuran les diré que lo que hace de estas Fiestas del Pino algo entrañable para todos los que hemos disfrutado de lo apacible de su vivienda y del jolgorio de su fiesta, no es otra cosa que esa mezcla en sabias dosis, de festividad religiosa, de celebración civil y de fiesta tradicional. Una Fiesta del Pino en la que todos somos bien recibidos, y en la que todos estamos llamados a disfrutar de la sana alegría y hospitalidad de una Villa que, desde hace siglos, ha pasado a convertirse, por méritos propios, y durante el periodo en el que duran estas fiestas, en el lugar de peregrinación al que acuden todos los canarios. En suma, durante estas fechas Teror es la capital unívoca e inequívoca de todos los que vemos en la Virgen del Pino a nuestra Patrona y en esta Villa nuestra casa.

Y así ha sido desde hace siglos, como atestiguan las fuentes que albergan nuestros archivos, civiles y eclesiásticos, y ha sido objeto de análisis por tantos estudiosos, eruditos e historiadores, que han hecho del estudio de Teror, La Virgen del Pino y estas Fiestas, más que un tema de investigación, toda una razón de su vida. Y como suele ser habitual entre los hombres de Letras, que también lo son de ciencia -porque sólo escriben de lo que saben y sólo cuando hay evidencias empíricas y constatables que lo permitan-, las discusiones entre los estudiosos se han centrado en cuestiones, como por ejemplo, cuándo se apareció Ntra. Sra. del Pino o cuándo llegó la imagen de la Virgen a Teror. Francamente, lo de menos es situar uno u otro acontecimiento en una fecha determinada, máxime si la fe es la que afirma la existencia de un acontecimiento de tal magnitud, que tuvo su escenario en este mismo lugar, hace ya tanto tiempo, que religión, historia y leyenda se funden en una amalgama que hace difícil traspasar los límites de una a otra sin volver, prácticamente, al punto de origen.

Lo que es indudable es que la Villa de Teror ha crecido en torno al culto a la venerada imagen de Ntra. Sra. del Pino y como consecuencia de ello se han levantado las sucesivas ermitas, iglesias y, finalmente, esta majestuosa Basílica, construida con el sudor y el esfuerzo de los hijos de Teror y de todos aquellos que, no habiendo nacido en estas tierras, encontraron en esta Villa su razón para vivir. En este año 2010 celebramos el 250 aniversario de la colocación de la primera piedra de la que sería tercera y esperemos que definitiva Iglesia de Ntra. Sra. del Pino, convertida en uno de los principales iconos representativos de Gran Canaria. La anterior iglesia, mal cimentada y finalmente destruida por un incendio en 1718, dio paso a que un miércoles 5 de agosto de 1760, se iniciaran las obras de construcción de la actual basílica, una vez cumplido el ceremonioso trámite de la colocación de la primera piedra y la celebración de una Santa Misa, oficiada por un Visitador enviado por el Obispo, a la que, como dice el Acta levantada para dar fe de la celebración de dicho acto: “asistió el Capitán don Antonio Henríquez de Quintana, Alcalde Real del dicho Lugar con los principales sujetos de él, y mucha parte del vecindario”.

Y francamente, creo que Teror hace bien en conmemorar este 250 aniversario, ya que, al igual que hicieran nuestros predecesores con la colocación de la primera piedra, se trata de conferir la justa importancia a los hechos que son trascendentales. Permítanme una pequeña digresión para manifestar mi convencimiento de que, estos actos deben seguir realizándose porque tienen su principal razón de ser en la necesidad de hacer “comunión”. Y digo comunión en el sentido de “hacer participación en lo común”, de “unirnos en aquello que es común a todos”, en caminar junto a otros romeros pensando más en atender a lo que nos une, que a lo que nos separa. Y en ese sentido, actos como el de la colocación de aquella primera piedra, que marcó el inicio de las obras de construcción de esta Basílica, hace ahora dos siglos y medio, o actos como éste que, año tras año, sirve para dar inicio a las Fiestas del Pino, considero que son un excelente pretexto para que todos nos congreguemos alrededor de una misma celebración y reflexionemos si, cada uno de nosotros, desde nuestra particular posición y responsabilidad familiar, empresarial o política, estamos contribuyendo a construir nuestro futuro en “comunión”.

Precisamente esa unión en lo común es lo que hace de estas Fiestas del Pino un acontecimiento en nuestra isla de Gran Canaria y en toda Canarias. A esta festividad acuden en romería desde todos los puntos de nuestra isla, pero también de otras islas, de la Península, incluso desde otras naciones. Quien ha venido una vez en su vida no pierde la oportunidad de repetir y, al grito de todos p’al Pino, sumarse a cualquier grupo de peregrinos que se dirigen a Teror. Y aquí, quien está de fiesta no son sólo los hijos de Teror, sino todos los grancanarios, los canarios y cualquiera que venga de fuera a celebrar la fiesta con nosotros, porque en estos días más que nunca, Teror vive junta, unida, haciendo “comunión”. El hecho en sí, es de trascendental importancia, sobre todo en tiempos duros como los que vivimos, pero la enseñanza que extraigamos de él debería servirnos para guiarnos a lo largo de lo que resta del año.

En efecto, si somos capaces de dejar a un lado nuestros quehaceres, incluso nuestras preocupaciones, para venir a Teror, y si somos capaces de que, en esos días, nuestras diferencias, cuando existen, desaparezcan por arte de magia mientras cantamos, bailamos y celebramos la Fiesta de nuestra patrona. ¿cuánto más no deberíamos hacer lo propio cuando lo que está en juego es nuestro futuro?. En contra de lo que algunos piensan acerca de la mala suerte que hemos tenido al sufrir esta terrible crisis económica, la más grave que ha vivido el mundo desde que tenemos conciencia de lo que es la economía mundial, creo que esta crisis nos debería servir de acicate para empezar a cambiar las cosas que creemos se deben mejorar. Y debemos hacerlo todos juntos, hombro con hombro, ayudándonos como hacemos cuando venimos p’al Pino, siguiendo nuestras costumbres, nuestra cultura, nuestra tradición.

Me gusta pensar que cuidar las tradiciones es una buena forma de amar el legado de los que nos antecedieron en esta tierra. Pero además, reconocer nuestro pasado y amarlo, es también indispensable para sentirse ciudadano del mundo.

Nunca como ahora los seres humanos habíamos estado tan cerca los unos de los otros. Los avances en las tecnologías de la información y la comunicación están convirtiendo nuestro planeta en una verdadera “aldea global”, con todas sus ventajas e inconvenientes. Lo que hasta hace poco tiempo eran sociedades y culturas exóticas, lejanas o simplemente desconocidas, se están volviendo familiares rápidamente. Hoy, más que nunca, nuestro pequeño planeta azul se comporta como si de un ser vivo se tratara -algunos los llaman Gaia- y como tal lo podemos observar. Por eso lo que ocurre en cualquier lugar de la Tierra, nos afecta a todos, ya se trate de asuntos financieros, de enfermedades, de catástrofes naturales, de movimientos sociales, etc.

Pienso que en este siglo XXI del que ya hemos consumido su primera década, la mejor manera de vivir en la globalidad es, paradójicamente, amando, cuidando y profundizando en nuestras tradiciones, no para recrearnos en su contemplación nihilista, sino antes al contrario para actuar positivamente para que, reconociendo nuestro pasado podamos enriquecer el acervo cultural de la humanidad sustentado en el respeto a la diversidad.

Al fin y al cabo, la humanidad es grande por la inmensa riqueza de sus culturas, soportadas en el cuidadoso respeto a su “Patrimonio” que, en su singularidad, confecciona el extraordinario tapiz sinfónico de las culturas.

Son ya unos cuantos los años que llevo trabajando como Profesor en la Universidad, incluso antes de esta existiera como tal, cuando era un Colegio Universitario, económicamente dependiente del Cabildo de Gran Canaria. El nacimiento de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, nuestra Universidad, la de todos nosotros, nació, precisamente, gracias a una movilización de los ciudadanos, empresarios e instituciones, como nunca antes se había producido.

Por nuestras aulas han pasado muchos hijos de esta tierra y en ella han dado dado clases y siguen haciéndolo, muchos hijos de Teror, así como miembros del personal de administración y servicios, mujeres y hombres que, juntos, están dedicando lo mejor de sus vidas a una tarea tan noble como la de formar a las generaciones que, sin duda, construirán el futuro de Canarias, ayudándonos a mejorar nuestra tierra. Todos ellos, terorenses que formando parte de la comunidad universitaria, contribuyen con su dedicación y esfuerzo a hacer una Universidad cada vez mejor. Y créanme que como profesor que soy de la ULPGC, y desde hace unos años, su Rector, no hay cosa que más orgullo me haga sentir que el hecho de saber que nuestra Universidad ha sabido dar, multiplicado con creces, todo lo que ha recibido, y aun recibe, para poder nacer, crecer y convertirse en una Universidad referente a nivel nacional e internacional.

Son muchos los terorenses que han estudiado en nuestra Universidad y que han logrado una titulación que les ha permitido acceder dignamente a una profesión, gracias a poseer un título universitario. No hay duda, estudiar sigue siendo hoy, más que nunca, la mejor receta para prosperar en la vida, pero sobre todo, sigue siendo la mejor manera de contribuir al progreso de nuestra tierra. Canarias necesita seguir creciendo en Educación, en Ciencia y Tecnología, pero también en un empleo de mejor calidad. Y para ello es esencial que accedan a la Universidad los jóvenes, que son nuestro futuro. Pero también la universidad está presente para quienes no son tan jóvenes, esa población de mediana edad y esos mayores, que ahora quieren aprovechar la ocasión que no pudieron disfrutar en el pasado, para poder seguir creciendo universitariamente, como personas y como profesionales.

Y es que las personas, como nuestras ciudades, necesitan crecer. Y en ocasiones los crecimientos pueden ser exponenciales. Mucho ha crecido Teror desde que, a mediados del siglo XIX, ésta apareciera recogida en el monumental Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España de Pascual Madoz, donde aparecía incluida esta Villa con las siguientes cifras: “900 casas distribuidas en 22 calles y 2 plazas, y otras 500 en sus pagos denominados Arbejales, el Palmar y Miraflor”. Quien lea ahora estas cifras y levante la vista para ver qué es Teror en la actualidad, podrá comprobar la magnitud de su crecimiento en solo un siglo y medio. A comienzos del siglo XX el que fuera cronista de esta Villa, Manuel Picar y Morales, se refería a ella como “la Zurich de las Islas”, destacando así su importancia como proveedora de recursos a buena parte de la isla y por sus pujantes comercios. Y hoy en día, cuando estamos acabando la primera década de este siglo XXI podemos seguir contemplando en Teror y en sus gentes el mismo espíritu emprendedor que tuvieron en otros tiempos, su inquebrantable confianza en que el trabajo, por duro que éste sea, nos ayudará a salir adelante.

Pero dejemos de hablar de trabajo, porque estamos en tiempos de fiestas, de bullicio, de reencuentro entre amigos y familiares. En pocos días los caminos y carreteras de Gran Canaria serán un hervidero de caminantes, de romeros y peregrinos dirigiéndose a la Villa Mariana. Y estas calles, ahora tranquilas y engalanadas para recibirles, serán el auténtico centro de Gran Canaria de toda Canarias durante esos días. Esperemos que, como siempre, las Fiestas del Pino transcurran con la tranquilidad habitual y que todos regresemos a nuestras casas, agotados por la caminata y por la fiesta, con el espíritu en paz después de haber rezado a nuestra Virgen del Pino.

Quiero agradecer a todos que me hayan acompañado en un acto tan emotivo como éste, disfrutando de esta apacible noche de agosto en este magnífico escenario, que a cualquier canario haría enmudecer de emoción. Y permítanme que concluya, como es tradicional, levantando la voz para decir:

¡Todos a Teror!, ¡Viva Teror! y Viva la Virgen del Pino!

BIOGRAFÍA:
José Regidor García, es catedrático de Biología Celular, en la Facultad de Ciencias de la Salud. Fue socio Fundador y Patrono de la Fundación Universitaria de Las Palmas, Vicepresidente de la Asociación Alzheimer Canarias y ha sido miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.

Ostenta el cargo de Rector de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria desde marzo de 2007. Su trayectoria académica destaca por su labor como profesor en distintas universidades como en la Facultad de Medicina en la Universidad de Boston (Estados Unidos.1979-1980); en la Universidad de Granada (1983); profesor titular y Jefe del Departamento de Biología en el Colegio Universitario de Las Palmas (1983-1987); profesor visitante en la Facultad de Medicina de la Universidad de Copenhague (Dinamarca. 1985-1997); y Catedrático de Biología Celular desde 1992.

Es Decano del Colegio Oficial de Biólogos de Canarias, Vicepresidente del Consejo General de Colegios de Biólogos de España y representante español en la ECBA (European Countries Biologists Association).

La investigación la desarrolla en el campo de las Neurociencias, y en los últimos años ha centrado su atención en el estudio de la biología celular de la enfermedad de Alzheimer. Su compromiso social viene avalado por su pertenencia a la Asociación Alzheimer y a la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, dado que considera firmemente que la Universidad debe vincularse íntimamente a ella. Es colegiado de honor del Colegio de Médicos de Las Palmas.